jueves, 12 de mayo de 2011

Vida de Perro




Desde muy pequeño siempre estuvo en la calle sin un hogar, por lo menos uno a donde ir a dormir, donde cobijarse del frío o de la lluvia.





Ya en su vida adulta recibía ayuda de una señora que tenía un hijo, el cual había crecido igual a él, siempre en la calle durmiendo donde lo agarrara la noche, conociendo lo bueno y lo malo de la calle; de los callejones que recorría con los amigos. Pero él a diferencia del hijo de la señora no había tomado mal camino, solo que la vida, el hambre, la soledad y la carencia de afectos lo habían llevado aquella noche a tomar la decisión de entrar a esa casa para comer; sin percatarse de que el dueño estaba allí, preparado con un machete con el que días atrás lo había amenazado. Sintió como esa hoja filosa le atravesaba el hueso; desde ese día cojeaba, yacía enfrente de la casa de la única persona que le daba comida y le curaba las heridas.



El sabía que no iba a ser el mismo, que no lo mirarian igual , y no es que antes lo vieran con buenos ojos, pero al menos lástima no le tenían, mucho menos asco. Se quedaba allí echado con sus orejas caidas, la lengua jadeando, quizás por un poco de agua, o evitando que su último aliento de vida se le fuera, los ojos tristes, la mirada perdida y el dolor en su pata delantera, solo viviendo una vida de perros.

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